Sunday, May 25, 2014

Ciudad en la ciudad

Les acercamos el Masterplan del Campus de la Universidad de Ciencias Económicas de Viena, resultado de un complejo camino de decisiones, dos concursos abiertos, el Masterplan y los proyectos de los edificios, que por sus características y planteo conceptual, pueden más allá de las diferencias temáticas y contextuales, acercarnos a la problemática, herramientas y criterios de intervención urbana actual, entendido no como un modelo a copiar, sino como un ejemplo de aplicación en un entorno cultural y temático específico.

El planteo es espiritualmente abierto en el sentido urbano, arquitectónico y paisajístico. La construcción de un campus universitario, lleva consigo la inspiración y la promesa de una ciudad ideal, suerte de utopía urbana capaz de replantear los cambiantes desafíos de la institución educativa. Por lo tanto, toda decisión de proyecto urbano, arquitectónico e incluso de expresión arquitectónica, serán posibles formas de expresar este ideal o, incluso, de promoverlo. 
El proyecto urbano nos enfrenta a la inherente dificultad de mediar entre posibilidades contrapuestas, entre la unidad y la diversidad, entre la simplicidad y la complejidad, entre lo previsible y lo aleatorio, entre lo cerrado y lo abierto.


Un campus a la vez orquestal y de construcción simultánea es un desafío singular. El Masterplan daba la oportunidad a distintos arquitectos de participar en su construcción. Tal como ocurre en un proyecto urbano, éstos se encontraron con una posibilidad volumétrica relativamente abierta. Condicionada, pero no determinada por un cubaje preestablecido. De esta forma, daba la oportunidad a cada autor de sacar lo mejor de sí mismo y del sitio. Ese grado de libertad fue administrado por la necesaria asimilación que el Masterplan exigía a cada edificio, de modo que contribuyese positivamente a la delimitación de los espacios públicos principales, delineando una impronta que sería variable, pero previsible.


La forma final de los edificios, estaba planteada por los indicios de los lotes y las volumetrías genéricas esbozadas por el Masterplan. La unidad del conjunto depende entonces de la capacidad del Masterplan de conseguir la interdependencia de los edificios, integrándolos en un todo mayor, visual y funcional, canalizando flujos y movimientos en espacios urbanos cuya identidad y legibilidad no podía depender de los edificios mismos, sino de su interacción. De unas condiciones de relación donde la totalidad y las partes estuvieran, desde el inicio, integradas en alineaciones y perspectivas, aperturas y cierres visuales, recorridos y plazas, el flujo de desplazamientos y la dirección de marcha. En fin, por todas aquellas cuestiones que resultan de la coordinación orquestal de los llenos (edificios) y los vacíos (el espacio público).



El planteo para el Campus  se rebela contra la simplicidad y regularidad esquemática de la ciudad higiénica del Siglo XIX, para volver a mirar la complejidad de la Viena histórica, estableciendo un recorrido irregular para generar perspectivas siempre cambiantes, permitiendo que el espacio fluya, pero cerrando las vistas, invitando a una exploración, a un movimiento incentivado por la sorpresa y por la propia acción de desplazarse. Esa intensidad de acontecimientos y complejidad espacial abre los posibles recorridos siempre en más de una dirección, invitando a una actitud exploratoria que tiene reminiscencias situacionistas pero que, sobre todo, habla de un futuro abierto
Esta nueva complejidad no se confunde con la de la ciudad histórica, pero le reconoce una intensidad de acontecimientos que es el preludio de la intensidad de relaciones humanas que se espera para el campus. Se confía en lo prolífico de encuentros aleatorios, discusiones no planeadas y coincidencias circunstanciales. Es lo imprevisto de la vida urbana lo que, se espera, dará lugar a lo nuevo, lo que remite a la noción de la vida como una fuerza diferenciadora y creativa, sugiriendo que cuanto más intensas sean las relaciones humanas, tanto más fructífera será la vida urbana.

El campus se muestra como una pieza relativamente compacta pero porosa, permeable, que invita a ser atravesada por múltiples fisuras además de los puntos de entrada más visibles. La percepción de una interioridad se hace evidente en sus espacios públicos, que se recorren a través de un movimiento de arco que conecta en sus extremos con los principales puntos de llegada, que a su vez conducen a las estaciones del subterráneo. Tensionado por esa proximidad, el recorrido se curva suavemente y, al hacerlo, produce también unas vistas siempre cambiantes, enmarcadas por la arquitectura de cada uno de los edificios individuales.

Los distintos edificios del Campus se supeditan a una ordenación general, una torre, lo anuncia con su forma, se erige como llamador y actúa como rótula, llevando suavemente a girar hacia el recorrido interior. La torre pertenece simultáneamente a estos dos paisajes, estableciendo un vínculo visual entre el barrio y el Campus, dando identidad y presencia al ingreso. El recorrido es flanqueado por edificios alargados, que dan linealidad al espacio y nos ofrecen la perspectiva en escorzo de sus fachadas, dramatizando la sensación de movimiento y dando dinamismo cambiante a las perspectivas, rasgo de sensibilidad pictórica que recupera la tradición romántica de una refinada sensibilidad pintoresca. El punto culminante de este estimulante paisajismo urbano, y su interés por recuperar un "arte cívico" es, el voladizo de la Gran Biblioteca asoma a la vista anticipando su presencia. Así como la aguja de las catedrales medievales anticipaba su presencia sobresaliendo por sobre las estrechas calles, el gran voladizo de la Biblioteca hace las veces de una aguja horizontal que irrumpe en la perspectiva antes que pueda verse el edificio que lo sostiene. 
Es un efecto que señala la plaza de mayor tamaño e importancia, el baricentro del campus. Un rasgo de paisajismo urbano estratégicamente concebido el propio Masterplan, que lo especificaba con precisión en su plan de masas.


La intensidad de los espacios públicos es la clave de la unidad del Campus, y ello se consigue, separando el espacio urbano interior del espacio indeterminado y fluyente del parque. Pero también con la deliberada tensión que la proximidad de los edificios crea en el recorrido longitudinal, abriendo y cerrando alternativamente el canal del camino para dar lugar a un collar de pequeñas plazas encadenadas. Los edificios presentan un borde al espacio público a la vez que regulan la relación con el predio de la Feria, con el que originalmente debía haber completa permeabilidad. El carácter longitudinal que el Masterplan asignaba a estos edificios persigue el propósito de orientar el recorrido. La secuencia de eventos que ofrece el recorrido no está señalada solamente por los efectos visuales, también es acompañada por las actividades que ofrece, alternando el movimiento lineal con plazas que funcionan como remansos del recorrido. Cada una de estas pequeñas plazas tiene un rasgo característico que invita a una relación particular con el lugar, motivos que señalan estas particularidades, refrendadas en la minuciosa arquitectura del paisaje. Alternando espacios verdes y secos, espejos de agua y diversas formas del equipamiento al aire libre, cada plaza ofrece un clima diferente e invita a una variedad de situaciones. 


La relativa especialización de los espacios exteriores es también un recurso del Masterplan para activar las interacciones humanas, pues si bien cada una de estas plazas está en obvia relación de proximidad con los edificios que enfrentan como su natural expansión al aire libre, la particularidad de cada plaza ofrece un motivo para desplazarse, alentando un movimiento dentro del campus.
La idea no se expresó en un deseo de uniformidad, sino en un tipo de funcionamiento orquestal en el que cada particularidad conservara su individualidad, pero también se articulara coherentemente en el conjunto.
El espíritu que animó la propuesta fue el de una forma abierta, no terminada en sí misma, pues estaban interesados en ciertas condiciones de fertilidad tanto para el proyecto como para la obra o para la vida que el campus iría a albergar.
Esta actitud responde a un realismo que no idealiza lo construido, sino la aspiración a un campus integrado a la ciudad e integrador de actividades, una invitación a una relación abierta y permeable con la ciudad existente. Estableciendo relaciones visuales cambiantes, recorridos que ofrecen siempre una opción alternativa, ofreciendo la posibilidad de actividades libres, indeterminadas, múltiples, superpuestas. 

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