En la última primavera nos juntamos a cenar
con unos cuantos amigos en la casa de mi cuñada, y coincidentemente yo estaba
ya finalizando una obra de unos cuantos metros cuadrados en Pilar que me llevo
dos años de dura pero reconfortante tarea, por supuesto y como de costumbre,
reconfortante no por los suculentos dividendos que me dejo (¿?), sino por haber
podido hacer mi arquitectura una vez más, reincidiendo en la firme intención de
expresar mi interés por la búsqueda de una arquitectura propia, personal e
inspirada en nuestra compleja, contradictoria pero subyugante cultura nacional.
Al menos es lo que intento.
Mientras charlábamos de cualquier tema
entre todos, Nicolás Cabré, que apenas me conocía ya que se había incorporado
al grupete desde hacía algunos pocos meses, creo por gentileza más que por
interés real me preguntó: -- ¿Con que
estilo haces tus casas? Estilo
francés? Trate de no entrar en detalles
con explicaciones complejas justificando que es lo que hago, y le
respondí: -- No, en realidad no,
es difícil de clasificar o ponerle un rotulo. Lo que hago son casas criollas. A lo que respondió con cierta
suficiencia espetándome un ---Ahh,…
casas de campo… como quien
hubiese dicho, …Ahh…es ajo y perejil…
Mi pensamiento y mi tarea de años acababan de ser reducidos a la nada
misma con un poder de síntesis envidiable.
En ese momento me percate que no tenía el
menor sentido intentar siquiera esbozar un atisbo de explicación. Por más
sencillo que fuera, me obligaba a hablar por lo menos de la historia de mi
infancia, de mi reconocimiento incondicional por la cultura de los pueblos originarios,
y de la tremenda acción colonizadora y evangelizadora de la Casa de Austria,
gobernante del reino de España e Indias, y de qué forma se creó un nuevo mundo
a partir del mestizaje entre ambas civilizaciones en nuestro continente…
Preferí dejar estas complejas cuestiones
para un ámbito más adecuado, dudo que a
Nicolás le hubiese interesado mi explicación, así que me serví una copa de un amable vino y a otra cosa.
Cuando nombro, cada tanto, la Casa de
Austria, tengo la sensación que para muchos estoy por recomendar un club
austriaco donde sirven buenas comidas
típicas y fresca cerveza tirada. No estaría mal, pero es
bastante más que eso.
La Casa de Austria,
también conocida como dinastía de los Habsburgo,
ha reinado en la monarquía hispánica durante los siglos XVI y XVII, momentos en los que se
estaban colonizando entre otros, nuestros Valles Calchaquíes, culminando con el
extrañamiento de los belicosos Quilmes reubicándolos en un llano de las
húmedas costas de Buenos Aires. Todo esto
transcurría mientras en Europa, Londres se incendiaba y Borromini terminaba sus
días.
De más esta recordar que solamente estamos
poniendo en valor ciertos hechos históricos que han producido modificaciones
sustanciales en nuestra composición cultural, aceptándolos como tales sin juzgarlos, y con una mirada de optimismo,
revalorizando las consecuencias del mestizaje y simbiosis en este periodo
hispano-indígena de coexistencia.
Los Reyes Católicos Fernando e Isabel, que
bien conocemos a raíz del descubrimiento de América, habían ya cosechado con la conquista del
nuevo mundo, un territorio inconmensurable que se sumaba a los territorios que
se habían heredado como consecuencia de varias incorporaciones de otras casas
monárquicas europeas al Imperio Español.
Sus dominios iban desde Filipinas hasta México y desde los Países Bajos hasta
el estrecho de Magallanes. Se decía que en él nunca se ponía el sol, y de
hecho, fue el mayor imperio de todos los tiempos. Tuvo como punto de partida su
vinculación al Sacro Imperio Romano Germánico, fundado por Carlomagno, quien lo
transformo en la institución clave de la
comunidad de naciones cristianas.
La
expansión del Imperio Español en Europa deviene del nombramiento del Rey Carlos
I de España, nieto de Isabel la Católica,
como Emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico consagrándolo con el nombre de Carlos V. A él y a sus sucesores en los dos siglos siguientes les atribuimos las
incursiones en América, donde tanto en la arquitectura como en las demás artes,
especialmente con la intervención de la Compañía de Jesús con su titánica
obra transformadora, aparecen infinidad de elementos que tienen que ver
con motivos iconográficos tanto
alemanes como españoles, incluyendo el barroco alemán difundido por los padres
jesuitas expresándose en la imaginería, la música, la pintura y la arquitectura
de las Misiones, con el ingrediente del carácter especial que le aporto la mano
de obra local.
De la estrecha convivencia entre sus
culturas en el reinado, España adopta, entre otras cosas, un símbolo de origen
históricamente germánico utilizado
durante varios siglos por ellos, el Águila Bicéfala,
símbolo que ahora iría a representar a la Corona Española como estandarte y
sello inconfundible en todas sus iglesias, sus fortificaciones, sus navíos, sus
puentes, sus cañones, su armamento, y en toda obra relevante de sus dominios en
el mundo. En el cuaderno IV de Documentos de Arte
Argentino publicado por la Academia Nacional de Bellas Artes en 1940, encontramos
en la iglesia de La Merced, cerca de Cafayate en los Valles Calchaquíes, un
candelero de metal blanco de factura indudablemente local, que ostenta el
águila bicéfala de la Casa de Austria.
Fue un diseño iconográfico muy utilizado hasta en elementos de uso
cotidiano, como en el caso de una bocallave de un baúl vallisto.
Este destaque de un tema tan puntual, es
para comenzar a comprender de cuantos fragmentos culturales tan diversos
estamos conformados, y además una buena
excusa para sumergirnos y conocer las
artes de los valles.
“De encomiendas nacieron Cachi y Molinos.
De una Misión Jesuítica, San Carlos; a partir de una hacienda, Seclantás y por fundación formal, Cafayate. Otros
poblados se han formado por una capilla como Angastaco, o manteniendo viejos
asentamientos Calchaquíes como La Paya o Luracatao.”
En este contexto bajo el reinado de Carlos
I Rey de España y de Indias, y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, es que se funda EL
BARCO, la primera ciudad hispana en el actual territorio argentino.
Se instala a unos 40 km de la actual San
Miguel de Tucumán en 1550, en 1551 se la traslada a los Valles Calchaquíes en donde está hoy en pueblo de San Carlos, y de
allí se refunda nuevamente en territorios de la actual Santiago del
Estero, siendo así la única ciudad de aquellos días que perdura después de un
último traslado, nombrándola Santiago del Estero del Nuevo Maestrazgo. La Casa de Austria de Madrid deja de reinar
en la corona española en 1700, con Felipe V, desapareciendo el águila bicéfala
como símbolo del Imperio Español ya en decadencia, pero continua siendo un
símbolo de poderío en la rama de La Casa de Austria en Viena, hasta principios
del siglo XX. Con posterioridad aparecería representada
en diferentes circunstancias, hasta inclusive y aunque parezca una paradoja del
destino, en la etiqueta de la cerveza Quilmes
Imperial fabricada doscientos años mas tarde, en aquel llano húmedo en las
costas de Buenos Aires donde fueron reducidos los bravíos indios Quilmes de los
Valles Calchaquíes…
A esta altura de la explicación, Nicolás
Cabré ya se hubiese ahorcado con el cable de su Blackberry…
...el adobe. La tierra y el agua, los soles y las piedras, sus pigmentos, las posibilidades del "terruño" que originaron un desarrollo humano de cientos de miles con su arquitectura y sus artes, las de los antiguos, fueron los mismos elementos que les permitieron a los españoles a asentarse reinventando su propia cultura, para que mas tarde sus hijos, los criollos, pudieran aquerenciarse...
Alejandro Falabella
...el adobe. La tierra y el agua, los soles y las piedras, sus pigmentos, las posibilidades del "terruño" que originaron un desarrollo humano de cientos de miles con su arquitectura y sus artes, las de los antiguos, fueron los mismos elementos que les permitieron a los españoles a asentarse reinventando su propia cultura, para que mas tarde sus hijos, los criollos, pudieran aquerenciarse...
Alejandro Falabella