Escrito Alumno: Adad
Ser y sociedad. Cuerpo y vivienda.
Crecimiento y desarrollo, cálido y contenido, resguardado y sagrado, público y privado. Compartir y reservar es parte del ser, una caja negra dentro de un contenedor que emula ser una jaula con la puerta abierta para salir y poder volver. Las paredes que guardan nuestro terrenal ser, forman y definen el acto de compartir y a la vez de reservar. Tan sólo basta con aislarse para hablar con nosotros mismos y a la vez con los demás. Necesidad de un bienestar emocional encontrado en nuestro lugar sagrado el cual en gran parte es estructurado por los otros y a la vez por nosotros mismos. Necesidad de estar solos, de aislarnos y contemplar lo maravilloso que tenemos y lo que necesitamos lograr para estar satisfechos. Una estructuración de recuerdos cálidos es lo que nos queda de la infancia que define la sensibilidad con la que actuamos en un presente lejano llamado futuro que es vivido día a día. Avances y cambios, la necesidad de cambiar, expandirse y crecer, un cambio en nuestras necesidades básicas modifican nuestra realidad materializándose con más
lugar, un cambio de funciones antes establecidas como estáticas, que finalmente reconocemos como dinámicas. Todo cambia, muta y se modifica de acuerdo a lo que queramos y necesitemos.
Nuestro espacio es un ser vivo que va a nuestro ritmo, que crece con nosotros, y es cuando nos queda chico que debemos actuar, cambiar, decidir. Se dice que el tejido y la unidad están vivos, que son organismos que no se quedan quietos. Es así como imagino este mínimo espacio individual que define algo tan grande como lo que seremos, los lazos que estrecharemos y con quien nos relacionaremos. Somos únicos individualmente, pero una parte fundamental del todo como sociedad. Nosotros y nuestro espacio. Ser y sociedad. Cuerpo y vivienda.
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